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Felipe Tovar, 36 años, agricultor: "Yo no me escondía, yo aterraba a la familia y me quedaba afuera, viendo todo el movimiento de la fuerza armada, a veces acostado debajo de un zacatal o de un charral, vigilando a los militares cuando pasaban."
"Habían ocasiones, en momentos de peligro, que había que taparlos la boca, con un trapo o con la mano, hubo personas que ahogaron a los niños así, cuando el ejército estaba cerquita. No, eso era terrible, eso era angustioso."